Primeros síntomas de cambio de fase

Cómo aceptar que empieza una nueva fase y que son necesarias otras opciones de atención fuera de casa.

Cuidadora mirando y hablando con la mujer atendida dependiente

Negar la situación

La negación sucede cuando no podemos aceptar que empieza una nueva etapa

 

“No, no quiero que vaya a otro sitio. Mi padre aún puede estar en casa.”

Cada día vemos a familias y personas dependientes que deben afrontar que su situación ha cambiado. La negación se produce cuando: 

  • La familia no se da cuenta (o no acepta) que su familiar cada vez necesita más ayuda o más especializada. 
  • La persona atendida niega la situación y minimiza su necesidad de otro tipo de asistencia.

Pero cuando la realidad desaconseja que la persona esté en un domicilio (porque necesita más ayuda o porque la familia no puede seguir cuidando con la misma implicación), el siguiente paso suele ser ir a un  de día o mudarse a un piso asistido o a una residencia.

Aunque la transición no suele ser fácil (de hecho, es especialmente difícil en el de caso ir a una residencia), en muchas ocasiones estos espacios resultan ideales porque allí la persona mayor o dependiente: 

  • Recibe el cuidado profesional que necesita y eso mejora su calidad de vida
  • Los espacios son accesibles y están adaptados a sus necesidades de movilidad, lo que simplifica su día a día
  • Puede continuar su proyecto vital gracias a la ayuda del equipo
  • Se socializa, tiene experiencias significativas y crea nuevas relaciones

¿Cuándo es el momento de buscar ayuda fuera del domicilio?

Los pisos asistidos son ideales para personas con un buen grado de autonomía, pero que necesitan un espacio adaptado y algo de ayuda en su día a día. Además, como el alquiler es asequible, son una buena solución en caso de disponer de pocos recursos.

Los centros de día ofrecen ayuda intensiva y profesional durante varias horas o todo el día. Cuando la persona mayor necesita ayuda para muchas actividades de la vida diaria, o bien la familia necesita descargarse de parte del cuidado, el centro de día es un recurso muy útil.

¿Cuándo es el momento de ir a una residencia? No existe una norma general, pero cuando la persona tiene pérdidas de memoria, camina mal, se cae, está muy desorientada… es probable que haya llegado el momento de plantearse un cambio.

Ten en cuenta que, en algunos casos, lo mejor para la persona es ir a la residencia cuando aún tiene un buen nivel de autonomía y parte de sus funciones cognitivas están preservadas.

Por ejemplo, una persona con demencia o Alzheimer se adaptará mejor al centro en un estado inicial de su enfermedad. Solo así le darás la oportunidad de adaptarse a su ritmo. 

A la larga, cuando su dolencia haya avanzado y tal vez esté desorientada, conocerá el espacio, reconocerá las voces de las personas que la cuidan y le resultará más sencillo sentirse segura.

¿Qué puedes hacer si tu familiar no quiere aceptar otro tipo de ayuda fuera del hogar?

Lo ideal sería poder mantener siempre el poder de decisión de la persona dependiente. Es decir, que pueda escoger cuál es el recurso óptimo para ella (seguir en el domicilio o bien ir a un centro de día, piso asistido, residencia, etc.)

Pero el conflicto llega cuando la persona no acepta sus limitaciones, verbaliza que no le hace falta ningún recurso y, en cambio, su entorno se da cuenta de que esto claramente ya no es así.

Cuando alguien no es consciente de sus limitaciones, lo más recomendable es que la familia valore cómo afecta la situación a todas las personas implicadas. Si se llega a la conclusión de que vivir de esa manera es más perjudicial que beneficioso, es el momento de buscar el recurso más adecuado.

El síndrome del cuidador quemado o la cuidadora quemada

Cuidar es duro. Quien no ha experimentado la soledad de cuidar a una persona las 24 horas difícilmente puede comprender la soledad, el desasosiego y la frustración que se experimentan a veces. A menudo cuidar conlleva un importante desgaste emocional, físico y psíquico.

Cuando la persona cuidadora se dedica en exclusiva a cuidar, se aísla y deja de lado su proyecto vital. Cuando su único rol es el de “persona cuidadora”, su salud física y mental se ven afectadas. Entonces existe la posibilidad de que surja este síndrome.

Se caracteriza por un profundo desgaste emocional y físico de la persona cuidadora y por actitudes, sentimientos negativos y rechazo hacia la persona atendida. A menudo desemboca en depresión y angustia (incluso pueden producirse situaciones de violencia). 

El miedo a la soledad del cuidador o de la cuidadora

Cuando alguien convierte la tarea del cuidado en el centro de su vida y está aislada y no hace nada más, puede desarrollarse una situación de dependencia patológica: la persona cuidadora no quiere llevar a la persona mayor a una residencia porque siente que entonces su vida queda “vacía”. Entonces niega la necesidad, minimiza los problemas, se resiste al cambio… y eso perjudica a todas las personas implicadas.

 

¿Cuál es la solución? 

Recomendamos ayuda profesional.

Cuidar de otra persona puede resultar muy gratificante, pero siempre surgirán situaciones complejas que nos pondrán a prueba. 

Tu bienestar es igual de importante que el de tu familiar. Pero cuidarte es tu responsabilidad. En esta guía encontrarás consejos para cuidar tu salud física y emocional.

Llevar a un familiar a una residencia aún está mal visto

“Cuando se lo dije a mi tía, lo vi claramente: piensa que soy una mala hija.”

Socialmente -y esto viene de generaciones atrás- existe la creencia de que como hijos tenemos que cuidar de los padres hasta el final. Pero la realidad es más compleja. Puedes cuidar de tu familia siempre que no te vaya la vida en ello.

Es decir, yo como persona con vida propia podré cuidar de mi madre o de mi padre o de los dos mientras cuidar de ellos no desmonte mi estructura familiar. Si para cuidarlos mi vida se desmorona, necesito algún recurso.

Es importante analizar si lo que necesitas como familia es un centro de día, un piso asistido o bien una residencia. Y, sea cual sea la mejor opción para vosotros, aceptarla sin culpabilidad.

Aceptar ayuda demuestra madurez y en muchos casos es una prueba de amor hacia la persona mayor.

La sensación de abandono genera culpa

Cuando se acepta que lo más indicado es llevar a un ser querido a un centro de día o residencia, suelen aflorar muchas emociones: miedo, tristeza, rabia, impotencia… Pero lo peor suele ser el sentimiento de culpabilidad.

En necesario comprender que, cuando tu familiar va unas horas a un centro de día, o bien va a vivir a una residencia, aunque cambian las circunstancias, tu rol sigue siendo el mismo: eres “persona cuidadora”.

¿Por qué decimos esto? Porque tu presencia es indispensable para su bienestar:

  • Necesita tu ayuda para adaptarse a su nueva vida en el centro
  • Tu apoyo emocional es imprescindible para que se implique en las actividades 
  • Y cuando la persona ya no puede hablar o tiene dificultades para comunicarse puedes ayudarnos a comprender lo que le gusta, lo que necesita, lo que le disgusta…

De hecho, la clave para la desculpabilización es que te impliques en su proceso de adaptación y vida en el centro.
 

Las personas profesionales podemos atender a tu familiar, pero no podemos sustituirte

Aunque no te estés ocupando de todas las tareas del cuidado, tú eres importante. 
Verás, la relación que la persona mayor o dependiente tiene contigo, la ayuda profesional no puede suplirla.

A ti te necesita más que nunca para charlar de vuestras cosas, dar y recibir afecto, seguir haciendo actividades y crear recuerdos (que siempre serán más significativos que los que pueda crear con una persona cuidadora profesional).

¿Te da miedo llevar a tu familiar a un Centro de Día o Residencia?

“Sí, sí…pero yo no me fío... ¿Quién me asegura que 
recibirá una buena atención?”

Por desgracia, todos conocemos historias de mala praxis en equipamientos que se ocupan de personas mayores. 

Y, aunque sabemos que suelen ser casos excepcionales, es comprensible que se desconfíe.

 

Es más, cuando hemos visto de cerca el caso de un familiar o amigo al que no han tratado bien en un centro, la situación nos resulta tan traumática, nos deja una impronta tan profunda, que a partir de ese momento es común tratar de evitar a toda costa que alguien querido vaya allí.

¿Qué nos da miedo?

  • Que la persona no esté bien atendida
  • Que la plantilla no le dé un trato cálido y respetuoso
  • Que infantilicen a nuestro familiar
  • Que no le atiendan como nosotros sabemos hacerlo
  • Y, en definitiva, tenemos miedo a que muera debido a la mala atención

Resistirnos a dejar el cuidado de nuestro familiar en manos de personas extrañas es una reacción natural. Pero llega un momento en el que es necesario escoger en quien confiar, delegar y aceptar la ayuda

“Cuando tenía 15 años, a mi abuela le diagnosticaron leucemia y yo me encargué de cuidarla. Fue una experiencia poderosa, porque descubrí que lo que me gusta es cuidar de las personas mayores. 
Yo comprendo a las familias que tienen miedo de dejar a su ser querido con nosotros.  Pero solo les pido una cosa: que nos den un voto de confianza”. 

 

Cristina Pinya tiene 26 años y desde los 18 
trabaja como gerontóloga. Actualmente, forma parte 
de la plantilla del Centro Residencial Colònia Güell, 
gestionado por Suara.

¿Qué hacer cuando las personas con poder de decisión (por ejemplo, los hermanos) no ven la necesidad de que la persona mayor vaya a una residencia?

Gestión con los hermanos

“Para vosotros es muy fácil. No estáis aquí todos 
los días y no veis lo que pasa.”

Esta es la situación típica: la persona cuidadora principal ve la necesidad de ingresar al familiar en un centro. Pero el resto del entorno (especialmente hermanos o hermanas), no creen que sea necesario. 

Al no estar presentes en el día a día, no comprenden la situación.

Además, como el ingreso en una residencia a menudo conlleva gastos económicos que deberán asumir, algunas personas intentarán retardar esa obligación económica. 

¿Cómo superar esta compleja situación? 

Lo ideal es que la persona cuidadora delegue el cuidado durante un mínimo de 1 semana. Es decir, si el resto de la familia no apoya tu decisión, vete a casa de una amiga o a otro lugar en el que puedas hospedarte durante unos días. 

Es difícil (de hecho, solo lo hacen personas cuidadoras que están al límite). Pero por experiencia sabemos que, cuando la persona cuidadora se ausenta, la familia entra rápidamente en contacto con la realidad y en 24-48h se alinean todas las personas implicadas y se empieza a buscar residencia.

En otros casos, puedes acudir a la residencia para que el equipo asuma el rol de mediación.

Se convoca una reunión con la persona cuidadora principal, las demás personas con poder de decisión y, por ejemplo, la Dirección del centro. ¿Funciona? Sí. Curiosamente, a veces nos resulta más fácil aceptar la opinión de alguien externo, que la de alguien cercano. 

¿Cuáles son los beneficios de recibir ayuda fuera de casa?

Beneficios

“En casa estaba muy apagada y casi no hacía nada. Ahora sonríe, me abraza y me cuenta cosas. ¿Cómo puede haber mejorado tanto desde que está aquí?”

Cuando la persona mayor comienza a recibir ayuda en un centro de día o en una residencia, suceden varias cosas muy importantes.

Por una parte, es habitual que la familia -especialmente la persona cuidadora principal- tome conciencia de la situación a la que había llegado (que suele ser límite). La sensación de alivio y el aumento de la calidad de vida es algo que todas las familias experimentan en mayor o menor grado.

Por otra parte, su ser querido mejora (y esto es algo que no esperan y les sorprende). 

¿Cuáles son las razones de la mejora?

  1. Las rutinas estabilizan su situación. Los horarios regulares mejoran su salud y los espacios accesibles le facilitan la vida y fomentan su autonomía.
  2. El cuidado intensivo (sanitario, psicológico, estimulación cognitiva, etc.) aumenta su calidad de vida.
  3. La persona se sociabiliza. En casa, su círculo social se había reducido. En el centro entra en contacto con otras personas, lo que mejora su salud mental y emocional.
  4. Actividades que gustan y generan bienestar. En los centros, el equipo profesional tiene tiempo para dar compañía, ofrecer actividades con sentido y ayudar a la persona a realizar tareas que le hacen sentir bien.Por ejemplo, tal vez tu madre necesite ayuda para coser, pero cuando finalmente vuelve a hacerlo, su ánimo mejora. Ya sea pintar, hacer puzles, cultivar plantas, cantar en una coral o ir a la piscina, cuando la persona recupera lo que gusta, mejora significativamente.
  5. Pero lo más importante es que se restaura vuestro vínculo. Cuando tu familiar está mejor, está animado, ya no se siente una carga y, cuando estáis juntos, tiene cosas que contarte… Y como tú tienes más tiempo, has recuperado tus rutinas y también te sientes mejor, tienes ganas de compartir tiempo y actividades

“Cuando era más joven, yo no le aconsejaba a nadie ir a una residencia. Pero yo, desde que he entrado aquí, nunca he tenido ganas de irme. Vivo como si estuviese en mi casa. Tengo amigos y noto que me quieren. Cuando necesito algo, aquí siempre responden. Aquí he conocido a un hombre. Me quiere y yo le quiero. Los ratos que estamos juntos estamos bien.” 


Carme Querol, 84 años, vive en el Centro Residencial 

Colonia Güell, gestionado por Suara

“Antes de entrar a vivir en la residencia, no creía que pudiese encontrarme tan bien. Pero estoy muy bien, muy contenta, la verdad. Estoy a gusto con los compañeros, con la Dirección y me gusta mucho la manera como funciona todo, la verdad”.


Serafina March, 89 años, vive en el Centro Residencial 

Colonia Güell, gestionado por Suara

“Quiero destacar que, en pandemia, durante el confinamiento, la residencia hizo absolutamente todo lo que se podía hacer en unos momentos muy difíciles. Saber que mi madre estaba en tan buenas manos hizo un poco menos difícil no poder abrazarla.” 


Eva Sanz, sus padres han estado en 

el Centro Residencial Torreblanca